Dónde está la lógica de la vigilia. Donde los dibujos tienen líneas. Y se distinguen las formas. Dónde se esconde la nitidez cuando la noche ya no es noche. Y el amanecer amenaza con mostrar su luz turbia. En esa franja que no es horizonte. Ni es niebla. Que todo lo ensucia y confunde a mis ojos cansados. Rotas mis manos de trazar límites entre finales de. Y principios de tanto. Quebrada mi voz de gritarme que es cierto que existo. Que no soy un fantasma camuflado en los humos de los escapes. Celosos mis párpados de caer por si no despierto. Cuando es tan poco lo que sé caminar entre patadas de un destino cruel. Que sólo entiende de despojos de antaño. Y bofetadas de presente. Dónde está el equilibrio. Si ya no está en tu voz calmada. Y no encuentro en otros ojos el vacío de los tuyos. Que tanto me completaba.
Ahogada. Como un gusano en el fondo de una botella de tequila. Pararse a pensar perdió su sentido cuando dejaste de poder moverte. Agitando las piernas en busca de un suelo que no está. Pugnando por un equilibrio ausente. Difuso. Que te juraron que existía. Tus pulmones saben que no hay vida donde no hay aire. Y se agotan. En un último intento por echar andar. Resignación es calarse unas gafas de sol en Mercurio. Dando la espalda a Venus. Perder la esperanza de brisa mientras se abrasa tu cuerpo. Y se cuartea la piel. Arder como un puñado de papeles. Con la brevedad de todo lo intenso. Y poder después mirar atrás desde el cristal cóncavo de quien lo ha vivido. Imágenes distorsionadas. Que tuvieron su auge. Y son hoy sólo deformidad. Dolor. Ausencia.
No es buena idea. Caminar dando patadas a la basura. Despertando su olor. Removiéndola. Y aún así te niegas a ir de puntillas. Tú. Que dices servir al mayor de los honores. Te regodeas en miserias que no son tuyas. Levantas las manos con cara de no comprender a que cojones viene tanta mierda. Y escupes que te debes a tu público. Como si importase un carajo que te murieras mañana. Y se perdiese tu información. Esa misma noche airearían tus trapos sucios. Barajarían asesinato y suicidio sobre tu cadáver fresco. Y levantarían las manos. Fingirían no comprender tu muerte. Y jurarían hablar desde la más pura de las éticas. Te habrías ido creyéndote alguien. Cuando sólo fuiste un puto eslabón más del podrido mundo de la prensa rosa.