Hay gente que está hecha para soportar presión. Submarinistas de la vida. Un título que se tiene al nacer. O no se tiene nunca. Vitalicio. Exento de elección. Yo nací con el diploma bajo el brazo. La matrona tatuó la licenciatura en mi frente. Hoy día se ve aun con una claridad aplastante. El mundo entero lo observa. Carga mi mochila de piedras y me sumerge en el agua. "No importa. Puede con ello". Y tiro. Con un par de ovarios. Como rocas. A veces caigo. Me despellejo las rodillas avanzando. El agua se tiñe de rojo. La gravedad es intensa. Para dificultar la tarea. Y me importa una mierda. Todo es efímero. También mi existencia. Y soy como los tiburones. Si mi movimiento se detiene dejaré de respirar. Para siempre.
Para los que me leeis a menudo (a la minoría siempre, a la inmensa minoría).
No soy una persona superficial. Pero la imagen es importante. Por eso he decidido que el aspecto del blog sea para vosotros tal y como yo lo he creado. Para que esto sea posible, sólo teneis que descargar la fuente Papyrus en vuestro PC. Es muy sencillo y no os robará más de unos minutos. Merece la pena. Os dejo el link aquí. Vivid libres.
Camino despacio. Sólo hoy. Para rasgar la rutina. Quiero impregnarme del ambiente. Respirar sólo humedad y sentirme un poco humana. En el desván de mi mente, nombres de mil teóricos de la información luchan por la preponderancia contra una vieja canción de Janis Joplin. Gana ella. Puedo paladear la presión. Y me encanta. Dos días sin oler otra cosa que estos muros. Uno más hubiera bastado para enloquecerme. Bajo la mirada y me encuentro con la sorprendida cara de un anciano. Bajo su paraguas. Me mira como si se le hubiese aparecido un fantasma. Serán las ojeras. O mi habitual palidez. Moreno flexo. O que soy la única persona que sale a cuerpo bajo la lluvia. Me da igual. Que me mire él. Que me señalen los niños. Que las abuelas aprieten el bolso contra el pecho cuando paso a su lado. Mi apariencia no es sincera. Soy mucho mas peligrosa. Si me encendéis. Pero estoy en standby. Un mes. Obligadme a apretar el botón.
Descartes, en su afán por encontrar la perfecta concepción del ser, supuso la existencia de unos hilos comunicadores entre los dos niveles de existecia: cuerpo y alma. Mediante esa pequeña maravilla, el hombre recibía de su alma informaciones cuyo significado abstracto cobraba algo de sentido en la mente. Bien. Mis hilos se han roto. Los corté anoche en un desesperado intento por acabar con mis pensamientos. Ahora, incomunicada de mi alma, el recuerdo de mis cávalas, difuso, me hunde algo mas lentamente. Y tampoco me deja dormir.
No recuerdo la fecha exacta. Pero sé que un día dejé de creer en el poder de las lágrimas. Cuando dejaron de saber a sal. Cuando se aliñaron con el sabor amargo de la derrota. Perdí mi capacidad de desahogarme llorando. De derramar las últimas gotas de mi esencia en hombro ajeno. Lo que antaño fue una costumbre casi regular, se tornó en esporádicas visitas. De noche. Y siempre en soledad. Perdóname. No sé llorar. Tengo tan poca experiencia que creo morir si lo hago. Los ojos se me llenan de azufre y pierdo el control de mi respiración. Me ahogo. Y no me sirve de nada. Mi alma retorcida me privó de mi propio llanto. El externo. El que se seca. Las lágrimas que yo derramo se convierten en humo antes de caer. Se adhieren a las paredes de mi recuerdo. Construyen un velo de piedra cada vez más grueso. Me impiden descifrarme. Me definen.
Adiós a los colores fríos de la pared. Al ambiente distendido en los pasillos. Al rascar de la tiza en la pizarra. A las insoportables risas de "las de atrás". Las campanas de este mayo tardío tocan a reclusión. El sol volverá a bañar de luz mi mesa invadida. El calor se apoderará de mis escasas horas de sueño. Mi vigilia abnegada por un colage de apuntes ajenos que se niegan a tener sentido. Agobio. Ojeras de un furioso color púrpura. Ira. Silencio. La más absoluta soledad. Junio. Esta será mi primera vez en tu lecho macabro. Y ya sé con seguridad que voy a odiarte.
Aún no os le había presentado...
Demostración de lo que hace el gato de una insomne durante 18 horas al día...
Lo sé. Tanta cafeína va a destrozar mis nervios. La gente normal no duerme de día. Ni se alimenta sólo de líquido cuando llegan los exámenes. Sé que debería haber ido a clase. Dejad de recordármelo. Soy también conocedora de los peligros del tabaco, el alcohol y del sexo. No necesito que los enumeréis cada día. Cada noche. Me suda la polla que Menganita estudie nosecuantas horas al día. Yo no soy como ella. Entre otras cosas, el olor del Barbour me produce nauseas. Me resbala un montón que vaya a cumplir 19 dentro de nada. No voy a madurar cuando vea las velas en la tarta. Ni con los tirones de orejas. Dejadme volar. Interrumpid vuestros esfuerzos por desplumar mis alas. Saltaré por la ventana igualmente. ¿Seréis capaces de respetarme cuando me haya estampado contra el suelo? ¿Aguantaréis las ganas de soltar “te lo advertimos”? Brindadme un sorbo de silencio. Hoy por hoy, no necesito otra cosa.
Si mis manos no fuesen tan frágiles construiría un mundo perfecto sólo para ti. Si pudiese detener el tiempo escogería el momento en que sonríes. Si el cielo tuviese dueño compraría una estrella y la dejaría en tu alféizar. Para que te velara, como yo, en todos tus sueños. Para que la hicieses sombra con tus destellos. No sé quien era antes de conocerte porque soy incapaz de recordar que hubo un tiempo en que no estabas. No sé donde me llevarían mis pasos sin ti porque eres tú quien alumbra mi camino. No me acuerdo de sonreír en tu ausencia. No quiero perderme si no es en tus ojos. No encuentro palabras más ciertas que las que callas en un solo gesto. Ninguna melodía me apacigua si no la susurra tu voz. Me cautivas. Sé que lo sabes. Te veo reír cuando me quedo embobada mirándote. Me sobra el mundo cuando estoy contigo. Me sobro yo cuando estoy sin ti.
Entra sin llamar pese a haber anunciado su llegada. Plaga mi mesa de folios. Desorden. Cuarenta pilots negros. Botellas de agua y tazas manchadas de café. El cenicero rebosa. La luz permanece encendida hasta que, rara vez, me vence el sueño. Mi gorra negra. Frases inacabadas. Agotamiento. El sol ha traído consigo al Mes Maldito. La Gran Ura nos espera. Cruzaremos los dedos.
Voy a contarte un secreto. Yo ya he muerto. Me mataron tus mil y una evasivas. Se clavó en mi pecho la lanza del olvido. Caí en el abismo de la incertidumbre. La decepción me envenenó poco a poco. En cada visita. Me disparó la inseguridad. A quemarropa. Sangré. Hasta secarme por dentro. Bañé mis heridas con lágrimas. Pero no cicatrizaron. No quise tomar tu mano para alzarme de nuevo. Ni me aferré a unos sueños que escapaban trotando a ninguna parte. Me empapé de mi dolor. De mis fracasos. Me abracé a mi propia miseria y me arañó la cara.
El ayer se me antojaba tan dulce como la hiel. El mañana amenazaba con alzarse junto al sol. Se dibujó un horizonte. Colores y líneas. Luz. Me vi a mí misma en la tierra, escondida tras una roca. Pero no había heridas. Ni sangre. Ni cicatrices. Mi propia Sombra había vuelto a alzarse en mi reino con sus ardides.
No soy un dios. Entiendo muy poco de creación y nada de justicia. Ambas me quedan grandes. Se van al poco tiempo de paladearlas. Será por eso que me supera esta absurda ley de Talión que se traen entre manos Estados Unidos e Irak. Por eso no entiendo que degollar a un hombre y colgar el video en la red compense la humillación de los irakíes cautivos por el ejército norteamericano. Me parecen payasos de circo haciendo malabares con vidas humanas. Todos. Unos y otros. Ya no busco motivos. Me limito a mirar sus obras con repulsión. A pensar "imbéciles". A ponerme un dvd durante el informativo. Menuda periodista estoy hecha.
Iluso. Crees en el amor eterno. Tú. Que te aferras a una existencia insulsa. Cargada de prisas. Carente de esencias. Papel mojado. Crees olerlo como la sal cuando te aproximas a la playa. A veces la fe me resulta patética. Presta atención. Escucha los pasos de Anck Su Namun alejándose de la mitad de su alma. El llanto de Cyrano. El rascar de la pluma de Bécquer. Greensleeves. Siéntelo. Nunca una llama permanece encendida. Los rescoldos parecen arder sin ser fuego. Las cenizas las barre el viento. El amor se rompe y tú, con toda certeza, quebrarás con él.
Está haciendo ruido en su caja. Se encara a todo pese a medir poco más que la palma de mi mano. Maúlla como el mejor cantante de heavy metal. Ya ha tatuado su firma en mis brazos. Varias veces. No sé si alguna vez me creí capaz de querer en unos minutos. Lo achaco a su indefensión. A que depende total y absolutamente de mí. A que llora cada vez que salgo de la habitación. A que se acurruque en mi regazo para dormir. Capullo. Me roba libertad. Se carga mi faceta de chica dura. Y mañana estará en mis manos en cuanto me despierte. Lizard... sólo idem.
Mírate. Has dejado de ser quien eras. Te caes. Como un gigante con pies de barro. Estás quebrada. Disfrazas tu olor marchito con perfume de juventud. Ya no crees en lo que dices. Apenas eres capaz de contemplar tu imagen en el agua. Las ondas la hacen difusa. Diferente. Me reprochas habérmelo perdido. Tu "evolución". Un proceso sólo tuyo. Me aterra terminar como tú. Devorando el presente ajeno para no tener que contar las horas. Sufriendo un dolor distinto cada minuto. El del recuerdo. El del silencio. El del sonido. Esperas un mañana que no deseas que llegue. Esperas. Pero estás llamando al cielo. A voces.
La cara no es, definitivamente, el espejo del alma. Es una ventana vallada a la antesala de los sentimientos. Incontenible. Raramente embustera. Carente de la pasión de las manos. Dotada de voluntad propia. Capaz de poner en tela de juicio nuestras más elaboradas mentiras. De comunicar silencios. Mírame. A fuego. Dime que ya no soy la mujer sin rostro.
Perdóname. No me van las conversaciones banales. Me importa poco que mojes tus bragas cada vez que pasa fulanito. Que no sepas qué ponerte. Que el viento te despeine. Ya no te miro a los ojos. No encontré profundidad. En algún lugar de mi mente, Atenea juega con Palas a la guerra. La hiere. La mata. Mi expresión se torna triste. No es por algo que hayas dicho. Pero lo crees. Cómo si pudieras afectarme. Despierta. Es más interesante ver como mea ese perro. Cállate. Estoy oliendo el viento. No me llames cruel. Soy sólo fría. Lo siento.
Puta. Te clavas en mí como una daga afilada. Me sangras. Apareces de la nada. Silenciosa y rápida como un asesino. Llegué a amarte. Seguro. Me he acostado contigo un millón de veces. No siempre de mutuo acuerdo. Me hundes. Tampoco traes motivos esta vez. Te has metido en mi cama y me esperas. Eres un misterio insondable. Callada. Serena. Sabes a humo y a sal. A derrota y a miedo. Me desnudas con la primera mirada. Amarga. Individualista. No me pidas calor. No lo tengo. Fúmate un cigarro conmigo. ¿Estás de paso o vas a quedarte?. Llórame. Despacio. Dime que no tengo remedio. Escribe mi esquela. A mí me tiemblan las manos. Bésame. Muérdeme un poquito. Que te sienta. Hoy eres mía... y de nadie.
No siempre me funciona eso de la percepción. Me he acostumbrado (quizá en exceso) a la comodidad de encontrar a gente que deslumbra. Me encanta cegarme con esa luz. Puede que ésta sea la primera vez que me pasa. Cuanto más me acerco, más intensos se hacen tus destellos. Te conozco desde... ¿siempre?. Aún recuerdo cuando nos tocaba enfrentarnos en los torneos internos de volley en el colegio. Recuerdo que me temblaban las piernas. “Las de A son muy buenas”. Recuerdo que te miraba desafiante tras la red y recuerdo que, al menos una vez, me sonreíste . Quién coño me iba a decir, cuando sudaba para pillar vuestros mates, que eras como eres...
Me escapé a tiempo. Huí de la Sorma un año antes. Nos volvimos a encontrar en el instituto. ¿Eras tú o el destino quien aventuraba tus pasos sobre mis huellas?. Habías cambiado. Tu mirada tenía madurez, seguridad y un ápice de desengaño. Ya no apartabas la vista sonriendo. No. Me mirabas. Y yo te devolvía la mirada. Algo en ti me susurró al oído que conocías la oscuridad... y eso nos hizo hermanas.
Ayer me oí gritando tu nombre. Me pudo la emoción. Fue un puntazo encontrarte.
Ahora no estás. Las noches se hacen mucho más llevaderas desde que hablamos. No importa que dediques tu decimonoveno cumpleaños a pelearte con un triste enchufe. No importa que mi última canción me las esté haciendo pasar putas. No importa porque en el fondo sé que me entiendes... como te entiendo yo a ti. Por muy distintas que seamos para el ojo poco entrenado. Me haces falta, pequeña May, aunque ni yo misma pueda creerlo. Gracias por haber aparecido en mi vida.
Sólo los que han estado saben de qué estoy hablando. Una vez cada cierto tiempo siento la llamada del Valle. No sé cómo, pero le oigo gritar mi nombre, invitarme a su seno. Se hace insufrible la espera. Conservo cada momento como un tesoro. Las horas lentas apalancados en el pequeño local esperando con ansia la noche. Las mil y una botellas rotas de Aly. La cerveza siempre oculta de Drogas. Los bailes con Rachel sobre la barra del bar. El golpear de los hielos en los vasos de plástico. Las toneladas de alcohol. Agosto. Septiembre. Cómo cantan cientos de pájaros cuando amanece. La caseta del río. La chopera. La peña de arriba. La inconquistable subida del Rollo. Recuerdos que viven en mí y morirán conmigo. Crucificadas hasta la próxima resurrección, Nómadas.
No son horas
Si te dicen que caí,
y es verdad, y es es verdad.
No sientas ni un segundo más de lástima por mí
que me voy a levantar...
y sí te falta una imagén
quiero que me recuerdes así:
con el viento en las velas.
Si te dicen que duermo de día
y es verdad, es verdad.
No te olvides que soy grande porque tengo multitudes que me esperan afuera...
y si te faltó ternura o la vida te hizo dura...
quiero que me perdones.
No tengo los pies en la tierra
me perdí la realidad,
me olvidé de los amigos, me olvidé de los demás...
reconozco haber perdido sintonía alguna vez
pero no te dejé de querer.
Sigo siendo un varón tierno que quiere seguir de pie...
pero te espero.
No son horas de reírse
no son horas de olvidar
vos, hiciste lo que quisiste de verdad...
No sientas ni un segundo más de lástima por mí
que me voy a levantar...
y si te falta una imagen quiero que me recuerdes así:
con alcohol en las venas.